miércoles, 20 de mayo de 2009

Piercing

Siempre he sido un detractor de los piercings.
Suscitaban en mí que toda una serie de engranajes se pusieran a trabajar, solamente para denostarlos, maltratarlos, aborrecerlos,...

Es curioso, pero verlos me hacía poner en funcionamiento partes de mi cerebro que no trabajaban en cualquier otra materia mundana y placentera, ni siquiera leyendo un libro o visitando un museo.

Pero claro, nunca los extremos han sido buenos, excepto cuando el extremo es el de una cuerda, y de él depende que te caigas por un precipicio.

Y llegó el día...
Llegó el día en el que me parecieron perfectos.
Es que no me puedo resistir a cambiar de opinión cuando veo un ángel.

Sí, vi un ángel de pelo negro, ojos claros, labios perfectos, cuerpo divino, y ....... un piercing.
En ese momento se me cortocircuitaron las neuronas malignas, esas que entraban en funcionamiento cuando veían ese demonio hecho titanio.
Y es que nunca se sabe cuando se tiene el demonio dentro, hasta que se ve la luz divina.
Ese piercing situado en su nariz me pareció una lágrima que se le quedó esperando que alguien la consolara.

Desde ese mismo instante soy hidalgo caballero defensor de los piercings, eso sí, depende de quien y donde se lo ponga, que cuando un piercing está en sitios raros ¡no me gusta un pelo!.
Aunque todo será cuestión de ver un ángel con un piercing en algún sitio raro, para que me vuelva acérrimo defensor de tamaña tropelía.

Un saludo

No hay comentarios:

Publicar un comentario