sábado, 27 de marzo de 2010

Seguro que...

Seguro que a veces tú también te has sentido así.
Seguro que a veces tú también has notado que el alma se te escapa sin saber el por qué.
Seguro que a veces tú también has mirado a tu alrededor y has visto el mismo cuadro de siempre, con los mismos matices, siempre grises, con los mismos trazos, siempre diluyéndose en una monótona nube monocromática.

Seguro que tú también te has levantado alguna mañana sin querer abrir los ojos, sin querer amanecer de nuevo en esa periódica indiferencia en la que te sumerges desde el mismo instante en que ves tu cara reflejada en el espejo, y que intentas limpiar con ese agua y jabón que no llega tan adentro, que solamente se queda en la máscara, solamente se queda en la superficie.
Mal intento el de sanear llagas tan profundas con elementos tan insignificantes.

Y cada noche mi desánimo se convierte en pincel que plasma en mi piel todos sus significados, todas sus formas de convergir en desaliento.
Y cuando ves que tienes marcado en tu piel ese tatuaje indeleble, buscas ese láser milagroso que evapore tinturas repudiadas.
Pero no hay milagros, no hay o no se buscarlos. Y la única luz que me llega es la que me resalta más aun ese grabado epidérmico que me acompaña.

Y esa nebulosa que me envuelve poco a poco se va extendiendo aquí y allá, ocultando esas estrellas que, cuando las contemplo, liberan las barreras que me atenazan, dejando mi mente libre para alzar el vuelo hasta ellas.

Desde la última vez que publiqué, os sigo leyendo casi tan asiduamente como antes.
Sigo vuestros escritos porque brillan en mi oscuridad, son mis estrellas fugaces, esas a las que me encaramo para que me hagan escapar de mi destino.

Tengo que pediros perdón porque, al pretender comentar vuestros textos, intento arroparme con una alegría que no tengo, pero sin ella mis dedos se quedan en la tentativa fallida de moverse.

No puedo comentar, no me salen las palabras, seguro que os ha pasado alguna vez.
Se quedan paralizadas, se esconden detrás del corazón porque saben que esas manos que antes las contorneaban con una caricia para hacerlas un poco más bellas y darlas ese impulso para colocarlas en su lugar ideal, ahora están agarrotadas, y no sabrían enlazarlas como antes.
No sabrían amasarlas para ser gratamente sorprendidas, o para ser tiernamente sobrecogidas, o para ser bellamente reconfortadas, y saberos expresar así el sentimiento exacto que me llena al leeros.

La Lista de Schindler (John Williams) [Solo guitarra]

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