viernes, 31 de julio de 2009

El final de mis vacaciones

Hace tres días que se me han terminado las vacaciones y lo he vuelto a hacer, es la segunda vez, “me he vuelto a enamorar de unos ojos claros”.
Es preocupante que solo me enamore en mis periodos vacacionales, pero no lo he podido remediar, lo juro.
Hay muchos tipos de ojos, grandes, profundos, alegres, transparentes, pero cuando todas esas virtudes se dan la mano y juegan al corro, girando alrededor de unos ojos claros, mi batalla está perdida, me rindo y entrego mi bandera, mi yelmo, mi espada, y si me lo piden, mi reino.

La vi sentada en una tranquila terraza bañada por la brisa del mediterraneo, al principio del crepúsculo, cuando entre el anaranjado y el rojo mi mirada se quedaba fija en el horizonte.
Pero esta vez, mi horizonte era ella.
Yo la miraba de refilón, para que no notase mi falta de compostura, y me quedé absorto en su cara, en su piel de rocío brillante robado al nacimiento de la mañana.
Y me quedé embelesado con su mirada, con su luz que inunda el alma, y que acariciaba cada pensamiento que pasaba de puntillas por mi mente para no molestarme en la contemplación de ese sublime paraíso.
Y me miró, y se acariciaron nuestros ojos, y noté esa extraña sensación de que nuestras mentes conectaron, esa rara impresión de paz, de sabernos atraídos, de querer correr hacía ella porque estaba seguro de que me esperaría.
Y me levanté, y caminé hacia ella como si el miedo no existiera, como si ella me llamara, como si sus ojos me atrajeran con la gravedad de mil mundos, de mil soles.
Y cuando estuve a su lado, la dije “tus ojos me recuerdan al mar, que con dulzura acaricia playas rojizas y solas bajo el rumor de las olas”.
Y ella rió sin dejar de mirarnos a los ojos.

Desde hace tres días ya no la puedo tener, ya no puedo mirarla, tocarla, adorarla.
Desde ayer mi brújula gira sin control, sin rumbo, sin destino.
El verano se irá gastando, y mi corazón se irá quebrando cada vez más, porque su transcurso me separa cada vez más del sol que supuso su compañía.

Hoy tengo frío.
Este frío no lo sentía a su lado, no porque fuese verano, no es ese frío, es otro más profundo, es porque su aliento lo asfixiaba de lejos.
Pasaré el otoño evocando su compañía.
Cuando las hojas se marchiten poco a poco, caminando con sigilo hacia su predecible muerte, en ese triste espacio entre su esplendor y su desaparición, su verdor me recordará a sus ojos.
Y cuando esa lluvia todavía fina toque mi frente, recordaré su piel de rocío, y mis temblorosas manos ávidas de sentir el momento en que, de nuevo, volverían a rozar su hermosura.

Así pasaré el otoño, pero cuando llegue el invierno, cuando no queden hojas que me recuerden sus ojos, cuando la lluvia se convierta en tempestad, intentaré no mirar a lo lejos.
Intentaré caminar sin lentes que cubran mis ojos, para no ver lo que me rodea.
Así mi mente retendrá su recuerdo intacto hasta la primavera, donde volveré a ver florecer tus recuerdos.

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sábado, 11 de julio de 2009

If I ever feel better (Phoenix)

Esta canción me trae muchísmos recuerdos.
Unos buenos y otros malos, pero al fin y al cabo recuerdos.
No sería nada sin ellos.

Cada vez que la escucho me sube el ánimo, porque tengo enmarcada en mi alma su primera frase, "Dicen que un final puede ser un comienzo".

Esta vez no pondré la letra de la canción porque es muy extensa, y porque el video no es el original, sino que aparece la letra de la canción.


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jueves, 9 de julio de 2009

Hiedra

Eres hiedra fresca que firmemente me va atrapando en sus brazos con un suave y tierno abrazo.
Tus ramas son alquimistas de pasiones, y a su mágico contacto se rinden los sueños para convertirse en deseos, las lejanías que tienden al infinito las transformas en cercanías que rozan el corazón, las ausencias eternas las tornas en presencias con ojos cerrados.
Tienes ese tacto de natuleza sin mancha, de madrugadas radiantes y de noches plateadas.
Eres el sueño de un rocío que anhela tenerte cada mañana.
Fantasía imposible de una brisa que quisiera tener cuerpo para sentir tu abrazo.
Quimera de un sol que desearía tocarte en todo momento.
Utopía de una luna que te velaría eternamente hasta el punto de ceder su pedestal a la oscuridad para sentarse a tu lado.

Soy muro de adobes tallados a mano, por eso sé de sentimientos, porque los he vivido en cada piel, sus poros me han dejado ese soplo de penas y alegrías para enfrentarme a la vida con memoria ajena de cosas aprendidas.
Los artesanos que me hicieron me dejaron aristas para que, con el paso del tiempo, sea la propia experiencia la que suavice cada pieza de este puzle.

Tú has ido cincelando los duros ángulos que me formaban hasta convertirlos en imágenes de mis deseos, en evocaciones de tus caricias.

Recuerdo como si fuera ayer esa primera hoja que acarició mi áspera superficie, esa fragancia que emana de la esencia que encierra tu espíritu se adentró por mis venas hechas de cemento, transformando su dureza en blanda suavidad.
Cada vez que he tenido la necesidad de tenerte más cerca de mí en esta verticalidad no deseada, pedí al cielo que trajera un viento helado que congelara los juncos cercanos.
Después le volví a pedir que trajera un viento huracanado que partiera uno de esos juncos helados como el acero, y lo clavara en mi cuerpo.
Así he ido apuñalándome, para que de cada estocada brotara un lamento que llegara a tus oídos, y siguiendo el suspiro de mis heridas taparas con tu sanadora presencia el dolor de tu ausencia.

Ahora que ya te tengo, ni un sólo hueco en tu espesura deja ver mi figura.
Si alguien cree que la oscuridad domina mi existencia, es que nunca han tenido la oportunidad de sentir el brillo de tu corazón, la calidez de tu cuerpo, el frenesí de tu compañía y el hechizo de tus besos.

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