jueves, 26 de noviembre de 2009

Camisas

Me he resistido hasta ahora, pero ya no puedo aguantar más.
Tengo que sacar las camisas de invierno.
No lo he hecho hasta ahora porque no quería recordar cosas que he tenido que pasar junto a ellas.
Son como una especie de fotografía grotesca de sucesos para olvidar, son un imán para los infortunios.
Claro que, las que llevo ahora no se quedan atrás. Prefiero no mirarlas demasiado por si me asalta el desánimo.

Las iré extendiendo en la cama para ver como están, acariciaré su tela usada y, por cada una, sus ángeles y demonios asaltarán mi mente trayéndome esas manchas que el tiempo ya ha limpiado, o casi.

Pero tal y como me siento en estos días, estoy pensando seriamente en quemarlas todas e ir desnudo hasta que me compre otras nuevas que tengan ese olor exclusivo de las cosas por venir, ese color no degradado por el corrosivo transcurso de la vida, y ese tacto de las cosas no domadas por la existencia.

Voy a hacer una pira y, cual inquisidor de ágil hoguera, prenderé con llama purificadora todas esas camisas y todo lo que guardan en sus bolsillos.
Seguro que mientras arden sin remisión, gimotearán para ver si mi frágil corazón se apiada de mi pasado, pero en la balanza de lo ya ocurrido, lo malo pesa más que lo bueno.
Quiero oírlas aullar, quiero que se consuma hasta la última hebra de sus de telas, y que sus aullidos se los lleve el humo entre las briznas del olvido.

Quiero empezar un camino nuevo, sin atajos, donde solamente vea tibieza en la oscuridad, donde con lento andar y mirada alta pueda saborear toda la belleza de lo que me rodea.

Wild Theme (Mark Knopfler) [BSO Local Hero]

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sábado, 21 de noviembre de 2009

Mis soledades

Ahora estoy sintiendo soledades que casi había olvidado.

Ya había hecho mía la soledad personal, esa que por las noches se pone el camisón negro, que siempre está dispuesta ha mirarme fijamente a los ojos cada vez que me acuesto, y que enfría mis sábanas para que no pueda olvidarla ni en sueños.
Esa que no implica una soledad físicamente real, esa que crea desiertos en veinte centímetros de separación.

Ahora, también me tengo que apuntar el dudoso honor de tener bajo mi regazo la soledad espiritual que, aun siendo prima hermana de la otra, es mucho más fastidiosa y puñetera, porque esta soledad de espíritu eclipsa los objetivos que tenías antes de su llegada.
Borra esas metas que, aunque lejanas, siempre echabas mano de ellas en los momentos más bajos para dar un puñetazo en la mesa y tomar ese impulso que habías perdido.

Sí, practico la bigamia con las "soledades". Sé que la bigamia es delito, pero soy un delincuente desde hace muy poco tiempo, y yo soy el primero que quiere redimirse y deshacerse de ellas.

Creo que no me sería muy complicado deshacerme de la primera, al menos temporalmente.
Pero terminar con la segunda es más difícil, pues, si bien solucionando correctamente la primera esta segunda se esfumaría de un plumazo, abordar directamente la segunda supone una búsqueda muy complicada de llevar atinadamente a su fin.

Sé que es como una montaña, en donde a veces estás en un sombrío valle y otras veces en la cima, y que conforme vas ascendiendo la bruma se va disipando y vuelves a ver tus metas.
Sé que con un poco de tiempo todo volverá a su ser, y tendré nuevos o renovados objetivos.

Por lo tanto seguiré una temporada siendo culpable de ley terrena y divina.
Demasiada culpabilidad para compartirla conmigo mismo, aunque remedio no me queda porque estoy seguro que mis soledades no quieren conllevar este castigo.

Es mi soledad (Antonio Orozco)

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sábado, 14 de noviembre de 2009

Mi reflejo

He visto mi reflejo en otros espejos, en donde puede que todo se vea más claro, más nítido que en los propios, porque en los de uno mismo se va quedando la impronta de la propia alma, esa marca de agua que, al final, no nos deja vernos tal y como somos en realidad, sin subjetividades.

Me he mirado a los ojos y, mientras se desvanecía todo lo que me rodeaba, me he intuido ligado a un futuro igual de incompleto que mi presente, ligado a un destino atado a una dulce fantasía donde, en el otro extremo de la cuerda, mi mano está presa a partes iguales de razones y sinrazones.

Si tiro fuerte para atraer a ese espejismo, la razón debilita mis dedos.
Si intento abrir mi mano para dejarla escapar, el delirio los agarrota para que no se escape esa mágica alucinación.

De las tres opciones que tengo elegí la peor, la que alarga esta quimera.
La que no es ni un sí, ni un no, ni un quizás.

Soy un sueño sujeto a un suave y delicado soplo.
Si ese soplo toma brío me alejo, si ese soplo cesa, desvanezco.

The heart asks pleasure first (Michael Nyman)

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jueves, 12 de noviembre de 2009

Han huido mis sentimientos

Se me han escapado los sentimientos de la cárcel en donde los tenía presos.
Han huido, se han evaporado entre los tormentosos nubarrones que ahogan mi existencia.

Se han transformado en notas sin frecuencia, sin amplitud, en un triste y monótono mantra, en un eco sólo de ida.
Se han convertido en gélida exhalación, y cada uno se ha dividido en atómicas esencias sin alma, sin vida, en grises envoltorios llenos de nada.
Y así ascendieron, llamaron a la puerta de mi abatida mente, y no los pudo distinguir de sus pensamientos cotidianos, pasaron desapercibidos como lágrimas en medio del temporal.

Y cada noche, cuando mis pensamientos se adormecen y su negrura se torna solamente penumbra, esos átomos de indiferencias comienzan un tenue pulso, y su suave latido se convierte en señal, y se van fundiendo en notas, se van uniendo en sílabas, se van juntado en emociones, se van abrazando en pasiones y, casi de la nada, vuelven a ser música, vuelven a ser vida, escalofríos de ternuras, caricias de belleza.

Y cuando el alba toca mi mente, se vuelven a desintegrar.
Sólo están en mis sueños, ahí se me han escapado para poder salir de su refugio.

Gnossiennes No 1 (Erik Satie)

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sábado, 7 de noviembre de 2009

Tejeré una sonrisa

No puedo dejar que tus labios jugueteen con gestos de tristeza y abatimiento, porque estas muecas dejan huella y algún que otro tic que, a la larga, es difícil de quitar.
Tejeré unos labios sonrientes para que te los pongas, para que tires esa fractura que ha salido en tu rostro, y te vistas un traje nuevo, sólo para ti.

Caminaré sin descanso hasta llegar a la línea en donde se entrecruzan cielo y tierra.
Y cuando alcance su dibujo en los amaneceres de suaves montañas, me llevaré ese confín prodigioso que tiene parte terrenal y parte de los suspiros del cielo.
Lo utilizaré para perfilar dulcemente tu sonrisa, y que siempre esté vestida con ese cálido color pastel de auroras eternas.

Me convertiré en brisa invisible y omnipresente para recorrer todos los rincones de la tierra, y guardar en mi mente la belleza, solamente la belleza, de valles, montañas, ríos, bosques, susurros del viento, cascadas, trinos de agua.
Y cuando regrese, me convertiré en tu labio superior para que así, tu sonrisa, tenga grabada el aura de esas delicadas evocaciones.

Viajaré por el tiempo para desandar caminos recorridos, y colarme en tu vida con sigilo.
Me apropiaré de todos los momentos felices vividos, esos de especial hermosura, esos que tienen una almohada en tu corazón.
Con todos esos momentos moldearé el labio inferior de tu sonrisa.

Volaré por el oscuro y frío espacio hasta llegar al centro de nuestra galaxia, cuna de millones de estrellas, y robaré una parte de su vida, y la meteré en el tarro de las esencias perdidas para que no se me escape en el camino de vuelta.
Este brillo sustituirá al esplendor de tu sonrisa antes de quebrarse.

De esta forma tejeré tu sin par sonrisa.

The shadow of your smile (solo guitarra)

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miércoles, 4 de noviembre de 2009

Te sueño en un lago perdido

Existe un bosque de árboles milenarios que casi rozan el cielo, y que logran hacer cosquillas a las nubes para que no enturbien la luz que les baña.
Sus hojas conservan el rocío eterno de las lágrimas de los seres que tuvieron que dejar ese lugar, porque así atesoran el alma de cada uno de ellos.
El sol besa su umbrío suelo solamente con los finos rayos que escapan de entre sus frondosas ramas.
Sus raíces se entrelazan bajo el suave manto de la intacta y húmeda hierba que nace ajena a pisadas voraces.

Camino entre trinos de pájaros invisibles, la refrescante niebla no deja que el sueño me venza, y llego a un pequeño lago relleno por las lágrimas de un musgo olvidado de su nacimiento.

Y allí, en su orilla, distingo una figura sentada en un árbol quebrado, sin duda cedido a la belleza de ese lago en el que quiso verse reflejado.
Está vestida de sedas tejidas con los suspiros de pretendientes eternos. Su frente está coronada de una diadema de pétalos de rosas nunca marchitas, pues su piel es savia milagrosa que otorga vida a lo inerte.
En sus hombros descansa su melena que paraliza al viento, porque la imperfección no puede rozar la sublime belleza de su pelo.
Sus ojos tienen el brillo del alba, y sus mejillas las rojizas pinceladas del atardecer.
El sol no osa rozar ese lago, porque ella colorea ese lugar como nadie ni nada podría hacerlo.
Su cuerpo está hecho del resplandor robado a una noche de luna llena.
Sus manos están hechas del propio cielo, y su inmaculada piel inventada por las nubes.
Los pájaros la cantan como síntesis de la devoción que todo ese lugar profesa por ella.

Me siento a su lado en aquel árbol que, como regalo por su penitencia eterna, recibe cada día su figura.

Veo que sus manos escriben preciosas palabras que se convierten en oxígeno que inunda aquel lugar, y que las respiro con la codicia del que nunca ha respirado un aire limpio.
Y con cada estrofa de tan hermosos poemas, un nuevo ser de la naturaleza nace de la nada sólo para adorarla.

Y sueño que no me quedan más despertares, y que el dulce letargo en el que encuentro se me queda de por vida, y que formo parte de ese mundo que vive para adorarla.


Gymnopedie No.1 (Erik Satie)

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